Canción para las manos de mi abuelo

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Con la vida casi en fuga
Con los años sin arrugas 
Con los ojos como lunas; 
Hechos lumbre, hechos luz, hechos de astros

Con la muerte agazapada
Con la vida en cada palma
Con la historia que fue esposa,
que fue hija, que fue nieta

Con sus manos que abrazaron
Con sus huellas que marcaron 
Con su historia como un rayo; 
fue canción, fue memoria, fue amor

Con mi vida reluciente
Con mis puños impotentes
Con mis manos que ahora estrechan,

Hasta siempre
Las tuyas

Certezas

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Ay de mí si te olvido.

Y de repente mis días se vuelven felices.

Y de golpe mi cama no amanece tan sola.

Y de pronto me escapo a buscar un futuro.

Y en un palmo no temo encontrarte con alguien.

Y sin un día entre tantos no recuerdo tu boca.

Y me olvido tu nombre, y desconozco tus huellas.

Y me acerco a tus fotos sin que lloren mis ojos.

Y me encuentro feliz como un tonto con suerte.

Y agradezco al otoño por traer nuevas hojas.

Y le digo te extraño a los nuevos amores.

Y descubro el placer de abrazar otros cuerpos.

Y me alumbra los ojos esa luna maldita;


(Ay de mí, ojala nunca olvide).

A un padre

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Yo te invito a quedarte en casa, yo te llamo a encender el alba
yo te invito a no irte nunca, yo te exijo llenarme el alma

En las alas que son tus manos, mis pies descalzos levantan vuelo
son pequeños mas sienten fuerza, por tu empuje miran al cielo

Aún recuerdo cuando esos ojos, parpadeaban al ver mis pasos
las miradas yacían desnudas, no había inviernos en tu regazo

Entre llantos y algún capricho, la vida misma se ofrecía entera
vos alquimista buscando mares, yo un marinero encontrando tierra

Distancia-tiempo-olvido

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Somos niños, recuerdo que jugamos con cajas y frascos de remedios color marrón transparente. Yo soy una especie de superman de novalgina; vos, la Venus del tafirol. Distancia y olvido, cosquillas y al rincón.

Ahora tenemos diez y pico y pateamos una latita de coca en el patio del cole; es el paraíso. Sólo hay fibras y colores, la felicidad en papel glacé. Estamos en el orgasmo de la vida. Lugar y tiempo, para reír sin entender.  

Somos adolescentes. Respirar es ver un culo dentro de un pantalón de gimnasia azul. Morir es que te corran la cara. Vivir es ser el mejor amigo de tu mejor amigo. Reloj sin cuartel, avanza sin pausa pero no se ve.

Somos jóvenes y la mochila pesa una Segunda Guerra Mundial. Nos piden el pan y la torta, el pancho y la coca. Pero no tenemos ganas, es nuestro tiempo de ser idiotas. Tiempo al tiempo, ya habrá dolor con las derrotas.

Somos adultos llegando tarde a la oficina. Nos olvidamos las victorias que en casa nos esperan, pero puteamos al tachero, a la inflación, al lineman, y al vecino que cambió el auto (ese-atorrante-que-vaya-uno-a-saber-en-qué-andará-metido). Distancia, tiempo, and good bye a la pasión.  

Somos todos los niños que ahora recordamos mientras elegimos la corbata quemáscombinaconeltrajearayas. Somos todos los adolescentes que ahora recordamos cuando vemos un culo asomarse desde la clase de pilates. Somos todos los jóvenes que ahora recordamos cuando al decir revolución decimos whatsapp. Somos todos los adultos que ahora recordamos mientras nos olvidamos de vivir.  

Somos distancia, fuimos del tiempo, seremos olvido.


Donde se acaba tu sonrisa

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Donde se acaba tu sonrisa empieza mi mundo, ese lugar al que uno viene sin saber para qué y se va con la certeza de no saber para qué.

Donde se acaba tu sonrisa comienza el camino de la no-sonrisa, de lo no-perfecto; la esperanza se hace humo y el naufragio es un negocio rentable en el mar del desconsuelo y la melancolía.

Donde se acaba tu sonrisa, esa curvatura de tu boca imitando la luna, allí mismo se disparan los conceptos que forman humanidad.

Donde se acaba tu sonrisa, o alrededor de ella quizá, construiré un escondite para verte con paz, en silencio o tal vez no; jugando con todas las formas, contornos y funciones que le caben a sonrisas como esa.

Donde se acaba tu sonrisa me quedo solo en este sitio despiadado, me transformo en un hombre sin complejos, en la vulnerable simpleza cuando espera la hora prometida.

Donde se acaba tu sonrisa se acaba mi mundo, ese lugar en el que lloro por las noches.

Ausencias, risas y besos

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La alegría atrincherada, esperando tus encuentros

Los proyectos olvidados bajo un manto de piedades

Son las voces de estas ansias las que claman por tus versos

Es la daga que apuñala la memoria en los recuerdos

Ya no el fin, sino el comienzo que atropella este presente

Un comienzo con tu ausencia, sin tu risa ni tus besos

Esa ausencia ineludible, tan cercana y lapidaria

Esa risa sin reproches, sin promesas ni obviedades

Esos besos sin mañana, sólo en gotas, sin verdades

Un blog y un árbol

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Pensaba en Borges y en Cortázar; y en Dumas y en Bioy, y en Sábato también. Pensaba en nosotros, los pendejos 3.0, hijos del what´s up y el vodka con speed. O puro.

Pensaba en los blogs y la posibilidad de poner en la pupila global todas las pelotudeces que se nos ocurren.

Pensaba en Cortázar subiendo fragmentos de Rayuela a www.horacioylamaga.com.ar ; o en Dumas relatando las aventuras de Athos, Portos y Aramís en suplementos digitales.

¿Qué hubiera sido de ellos si la tecnología les hubiese permitido escupir automáticamente cada cosa que escribían?

Quizá El Aleph daría asco, quizá Casa Tomada no sería más que un cuento pésimo de un escritor belga/argentino alto y desgarbado, cuyo nombre ya nadie recordaría.

¿Qué hubiera sido de nosotros?

Nosotros que, aún siendo anónimas hormigas en esta jungla llena de hambre pero con derechos humanos, a veces tenemos ganas de escribir.

Es entonces cuando encontramos un árbol. Encontramos un árbol en medio de unas terribles e impostergables ganas de hacer pis (de ahora en adelante “mear”).

No nos aguantamos, así que miramos al teclado como quien no quiere la cosa, como bajando el cierre… y apretamos la primer gota. Cae una A.

La quiero borrar, pero ya cayó. Luego una consonante. Luego algo parecido a una metáfora. O a una forma de empezar una idea.

Ya tenemos una oración. Miramos alrededor para asegurarnos que nadie nos vea. Se acerca alguien pero todos sabemos que es imposible dejar de mear una vez que se empieza. No se puede cortar la inspiración y dejar el texto a la mitad. Uno nunca sabe cuándo vuelve.

La oración ya son dos. Y tres. Un párrafo. Dos. Tres.

Terminamos. No es un best-seller pero es. Y además tenía ganas de mear.

Habrá otras ganas y otros árboles vendrán...

Lo revisamos. No nos gusta. Da asco. Esas consonantes… esos adjetivos grandilocuentes, verbos con sueños de grandeza. Esos puntos y comas, y finales, y seguidos; y finales.

Menos mal que no tenían Internet. ¿Qué hubiera sido de nosotros?